La convivencia.
de Jose Angel Reyes Flores, el Viernes, 30 de septiembre de 2011 a las 17:47
El hombre es un ser social (los animales también lo son), con una sociabilidad peculiar. La peculiaridad consiste en que es una dimensión interna de su propio ser, de tal modo que no sólo no puede sobrevivir sin los demás, sino que su vida se entreteje con la de los demás. Podemos decir que, para el hombre, vivir es convivir. Nuestra biografía no podemos escribirla nosotros solos; otros personajes entran y salen en nuestro ámbito interior dejando su historia entremezclada con la nuestra.
Para el resto de los animales podríamos decir que el grupo le ayuda a subsistir, a seguir viviendo; pero ellos no tienen biografía (carecen de libertad) sino biología. Viven juntos, con organizaciones asombrosas que ellos crean instintivamente, pero su relación es externa. No pueden entrar en el interior de otro animal, porque el animal no tiene “interior”; es decir, una vida del espíritu más allá del mundo de la materia y los sentidos.
Nuestra interioridad está llamada a desarrollar un mundo de relaciones humanas: emociones, sentimientos, afectos, amores. Solamente nos detendremos ahora en señalar, sin mayores precisiones, un aspecto de los sentimientos que el niño va desarrollando, para apuntar hacia la importancia que la familia tiene en su desarrollo afectivo. Se trata de distinguir los sentimientos nuestros hacia los demás, de los sentimientos que recibimos de los demás.
Una suma de factores hace que unas personas nos atraigan y otras nos repelan; las primeras nos caen simpáticas, las segundas antipáticas. Tendemos naturalmente a acercarnos a las primeras y a distanciarnos de las segundas. Pero estos sentimientos que surgen y salen de nosotros no agrandan nuestro mundo interior, sino que van configurando nuestro mundo de relaciones. Es propiamente la empatía la que abre nuestro interior a los sentimientos ajenos. La empatía viene definida por el diccionario como: “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”.
Para que se produzca la empatía hace falta el trato cercano, el conocimiento profundo del otro. Por eso, la familia es e lugar privilegiado para su desarrollo. Compartir sentimientos, estados de ánimo,
en situaciones ordinarias y extraordinarias, posibilita que los otros pasen a forma parte de mí. La familia, que reclama de manera natural la apertura a los demás,forma personalidades ricas y equilibradas y con gran capacidad de iniciativa en la promoción del desarrollo social.
Para el resto de los animales podríamos decir que el grupo le ayuda a subsistir, a seguir viviendo; pero ellos no tienen biografía (carecen de libertad) sino biología. Viven juntos, con organizaciones asombrosas que ellos crean instintivamente, pero su relación es externa. No pueden entrar en el interior de otro animal, porque el animal no tiene “interior”; es decir, una vida del espíritu más allá del mundo de la materia y los sentidos.
Nuestra interioridad está llamada a desarrollar un mundo de relaciones humanas: emociones, sentimientos, afectos, amores. Solamente nos detendremos ahora en señalar, sin mayores precisiones, un aspecto de los sentimientos que el niño va desarrollando, para apuntar hacia la importancia que la familia tiene en su desarrollo afectivo. Se trata de distinguir los sentimientos nuestros hacia los demás, de los sentimientos que recibimos de los demás.
Una suma de factores hace que unas personas nos atraigan y otras nos repelan; las primeras nos caen simpáticas, las segundas antipáticas. Tendemos naturalmente a acercarnos a las primeras y a distanciarnos de las segundas. Pero estos sentimientos que surgen y salen de nosotros no agrandan nuestro mundo interior, sino que van configurando nuestro mundo de relaciones. Es propiamente la empatía la que abre nuestro interior a los sentimientos ajenos. La empatía viene definida por el diccionario como: “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”.
Para que se produzca la empatía hace falta el trato cercano, el conocimiento profundo del otro. Por eso, la familia es e lugar privilegiado para su desarrollo. Compartir sentimientos, estados de ánimo,
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