Escrito por María Del Carmen --- el 20/03/2010
Decía Martín Pancho: “
Es curioso cómo una persona, cuando experimenta fe verdadera, pierde
absoluto control sobre la función narrativa y empieza a agrupar palabras
sin sentido práctico ni belleza poética ”.
Supongo que conocerás algún caso particular tú personalmente, supongo que si no, no dirías esto. Pero la descripción me parece más bien de alguien que frecuenta algún fumadero o se fuma por su cuenta macetas enteras…, sin palabras…
Por lo que sé los místicos más reconocidos y conocidos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, a los que su fe consiguió llevarlos al éxtasis, lograron al intentar reproducir y explicar sus experiencias mediante la pluma, -en la época no había boli-, pluma de ave y tinta a discreción, para que otros pudieran conocerla y así trascender en espacio y en tiempo, un hecho concreto y personal, lograron como digo, las mejores expresiones de la literatura del siglo de oro, y dieron pie a muchas elucubraciones plasmadas a raíz de su pensamiento, a través de la grafía, sobre un soporte escriptorio, es decir, papel de trapo, bien humilde todo, trascendiéndose desde el siglo XVI hasta hoy mismo. Así que ya ves si la “fe verdadera”, a la que aludes, como la “verdad verdadera”, tienen fuerza y potencia. La fuerza y la potencia van unidas con mucha frecuencia al sentido práctico al que aludías y a la belleza poética, en este caso, de la que también hablabas.
Por otra parte, me gustaría aportar al debate, si me permites, otro comentario al hilo de unas palabras de tu exposición, muy rica por cierto, en el sentido de que después de su lectura se puede hablar después mucho; y es que la FE si está, está, y si no está, no está, por tanto huelga el atributo de verdadera, porque la fe no puede ser nunca falsa; pues existe o no, si existe es verdadera; si no existe no es falsa, es inexistente.
Me permito exponer seguidamente una breve muestra de lo que es capaz de decir, y por escrito, una persona con fe, para intentar contrapesar esa opinión de Martín en la que afirmaba que: “ Es curioso cómo una persona, cuando experimenta fe verdadera, pierde absoluto control sobre la función narrativa y empieza a agrupar palabras sin sentido práctico ni belleza poética ”.
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿Qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Bernat Ribot mencionaba que no sabía por qué este debate estaba en el grupo de filosofía y no en el de religión. Yo entiendo que está en el de filosofía, porque en principio se trataba de hablar de Dios como todo poderoso y como omnipresente, elucubrar a partir de ahí; no se ha empezado a hablar de religión, palabra que viene de religare, latinazgo que significa relacionarse, es decir, no hablamos de la relación personal o comunitaria que cada cual tenga con Dios, llámele como le venga en gana, dios, Yahvé, Alá…, no hablamos de relación con, hablamos de.
Me parecen muy interesantes todas las aportaciones, cada cual expresa un trocito de sí, cada cual aporta lo que considera y creo que todos lo hacen desde la mejor intención, unos en un sentido, otros en otro, pero pienso que eso es un diálogo, la exposición de distintos criterios, en los que cada cual escucha y habla cuando se considera que se debe hacer, sin más que aportar sentido, experiencia, conocimiento al tema del debate.
Considero como otra compañera ha mencionado y en resumen, que no hay que juzgar para que no juzguen, las exposiciones desde el respeto, tengan el color que tengan, sumadas unas a otras, pueden ser de lo más enriquecedor.
Saludos. MCarmen
Supongo que conocerás algún caso particular tú personalmente, supongo que si no, no dirías esto. Pero la descripción me parece más bien de alguien que frecuenta algún fumadero o se fuma por su cuenta macetas enteras…, sin palabras…
Por lo que sé los místicos más reconocidos y conocidos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, a los que su fe consiguió llevarlos al éxtasis, lograron al intentar reproducir y explicar sus experiencias mediante la pluma, -en la época no había boli-, pluma de ave y tinta a discreción, para que otros pudieran conocerla y así trascender en espacio y en tiempo, un hecho concreto y personal, lograron como digo, las mejores expresiones de la literatura del siglo de oro, y dieron pie a muchas elucubraciones plasmadas a raíz de su pensamiento, a través de la grafía, sobre un soporte escriptorio, es decir, papel de trapo, bien humilde todo, trascendiéndose desde el siglo XVI hasta hoy mismo. Así que ya ves si la “fe verdadera”, a la que aludes, como la “verdad verdadera”, tienen fuerza y potencia. La fuerza y la potencia van unidas con mucha frecuencia al sentido práctico al que aludías y a la belleza poética, en este caso, de la que también hablabas.
Por otra parte, me gustaría aportar al debate, si me permites, otro comentario al hilo de unas palabras de tu exposición, muy rica por cierto, en el sentido de que después de su lectura se puede hablar después mucho; y es que la FE si está, está, y si no está, no está, por tanto huelga el atributo de verdadera, porque la fe no puede ser nunca falsa; pues existe o no, si existe es verdadera; si no existe no es falsa, es inexistente.
Me permito exponer seguidamente una breve muestra de lo que es capaz de decir, y por escrito, una persona con fe, para intentar contrapesar esa opinión de Martín en la que afirmaba que: “ Es curioso cómo una persona, cuando experimenta fe verdadera, pierde absoluto control sobre la función narrativa y empieza a agrupar palabras sin sentido práctico ni belleza poética ”.
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿Qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Bernat Ribot mencionaba que no sabía por qué este debate estaba en el grupo de filosofía y no en el de religión. Yo entiendo que está en el de filosofía, porque en principio se trataba de hablar de Dios como todo poderoso y como omnipresente, elucubrar a partir de ahí; no se ha empezado a hablar de religión, palabra que viene de religare, latinazgo que significa relacionarse, es decir, no hablamos de la relación personal o comunitaria que cada cual tenga con Dios, llámele como le venga en gana, dios, Yahvé, Alá…, no hablamos de relación con, hablamos de.
Me parecen muy interesantes todas las aportaciones, cada cual expresa un trocito de sí, cada cual aporta lo que considera y creo que todos lo hacen desde la mejor intención, unos en un sentido, otros en otro, pero pienso que eso es un diálogo, la exposición de distintos criterios, en los que cada cual escucha y habla cuando se considera que se debe hacer, sin más que aportar sentido, experiencia, conocimiento al tema del debate.
Considero como otra compañera ha mencionado y en resumen, que no hay que juzgar para que no juzguen, las exposiciones desde el respeto, tengan el color que tengan, sumadas unas a otras, pueden ser de lo más enriquecedor.
Saludos. MCarmen